Hace menos de dos años, el régimen iraní parecía estar en
la cúspide de su ambición regional. En noviembre de 2023, apenas semanas
después del letal ataque de Hamas contra Israel el 7 de octubre, altos mandos
militares en Teherán proclamaban que la República Islámica y sus aliados en
Gaza y Líbano estaban por lograr una victoria histórica contra Israel, Estados
Unidos y sus aliados.
“Estamos luchando contra Estados Unidos, el sionismo y
todos los que atacan la grandeza y el honor de la Revolución Islámica de Irán”,
declaró el general Hossein Salami, comandante de la temida Guardia
Revolucionaria, durante un discurso en la ciudad de Kazvin. “Estamos a punto de
conquistar grandes alturas... Estamos venciendo completamente a los enemigos”.
Hoy, esa confianza parece haber sido fatal. Irán se
encuentra en su posición más frágil desde los años 80. Sus aliados de Hezbolá
han sido diezmados en Líbano, Hamas ha sido prácticamente aniquilado en Gaza,
sus instalaciones nucleares han sido bombardeadas repetidamente, y la
superioridad aérea de Israel se ha consolidado incluso sobre territorio iraní.
El propio Salami murió recientemente en un ataque aéreo israelí.
Una cadena de errores
Expertos y exfuncionarios coinciden en que Irán llegó a
este punto por una serie de errores estratégicos y malas lecturas del escenario
geopolítico. Desde decisiones tomadas hace décadas hasta fracasos recientes en
la diplomacia y la seguridad, Irán subestimó a sus enemigos y sobreestimó la
fuerza de su red de milicias aliadas.
“Irán fue demasiado inflexible cuando debía mostrar más
pragmatismo”, dijo Ali Vaez, del International Crisis Group. “Nunca perdió la
oportunidad de perder una oportunidad”.
Entre sus errores más recientes figura la apuesta
continua por sus aliados de Hezbolá como "defensa adelantada" contra
Israel. Esta estrategia funcionó durante años, pero resultó catastrófica tras
el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023, que dejó unos 1,200 muertos, en su
mayoría civiles israelíes.
Ese ataque desencadenó una respuesta devastadora de
Israel sobre Gaza, y al mismo tiempo un viraje estratégico inesperado: en vez
de invadir Líbano, Israel optó por atacar directamente a los líderes y
comandantes de Hezbolá mediante bombardeos precisos y artefactos explosivos.
Hezbolá nunca tuvo oportunidad de responder con fuerza.
“Las fichas de dominó cayeron tras el 7 de octubre y
dejaron la red de proxies de Irán en ruinas”, explicó Alex Plitsas,
exfuncionario del Departamento de Defensa de EE.UU. y analista del Atlantic
Council.
Fuerzas convencionales débiles y diplomacia fallida
Tras la guerra Irán-Irak en los años 80, Teherán invirtió
enormes recursos en entrenar y armar milicias a través de su Guardia
Revolucionaria, en lugar de modernizar su ejército convencional. Seth Jones,
del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, señaló que esta
estrategia descuidó seriamente a las fuerzas armadas tradicionales del país.
“Irán estaba luchando contra un enemigo que cuenta con
aviones furtivos de quinta generación F-35. No tiene cómo responder a eso”,
afirmó Jones.
En el plano diplomático, el régimen también cometió
errores de cálculo. Durante años, Irán adoptó una postura inflexible en las negociaciones
sobre su programa nuclear, creyendo que podía ganar tiempo y arrancar
concesiones tanto de Donald Trump como del presidente Joe Biden. Pero esa
estrategia fracasó.
Incluso cuando la administración Trump —a través de su
enviado especial, Steve Witkoff— ofreció un acuerdo que habría permitido a Irán
enriquecer uranio durante un tiempo limitado a cambio de cooperación para un
programa nuclear civil, Teherán lo desestimó. Apostaron por prolongar las
negociaciones, una jugada que, según varios funcionarios occidentales, resultó
ser otro error de cálculo fatal.
“El programa nuclear, al que Irán dedicó miles de
millones de dólares y décadas de esfuerzo, no le ha dado ni energía nuclear ni
capacidad real de disuasión”, concluyó el analista Karim Sadjadpour, del
Carnegie Endowment for International Peace.
Una era de hegemonía en ruinas
Lo que parecía una red de influencia sólida —desde Gaza
hasta Beirut y Bagdad— hoy se desmorona. Sin respaldo internacional, sin
aliados dispuestos a intervenir y con su prestigio militar seriamente dañado,
Irán enfrenta uno de los momentos más delicados de su historia contemporánea.
Los errores estratégicos, la fe ciega en sus proxies y la
incapacidad para adaptarse a un nuevo orden militar y diplomático podrían marcar
el inicio de una era de repliegue para el régimen de Teherán.

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