La mejor manera de preservar, restablecer y ampliar los
ideales tendentes a las buenas costumbres en un marco ético es mediante el
fortalecimiento del liderazgo moral en todas las áreas de la vida nacional. Los
líderes morales viven sus valores y actúan según los principios que norman sus
pensamientos. Sobre todo, cuando las cosas pudieran resultar difíciles,
incómodas o en medio de inconveniencias. Porque sus comportamientos siempre
irán dirigidos por cualidades llenas de virtud y de carácter. Como decía
alguien: con paciencia y coraje.
No podemos entender el liderazgo moral como si se tratara
del poder de quienes lo ejercen para obligar a las personas a que actúen de tal
forma, sino como modelo capaz de influenciar ante los demás en función de la
rectitud de carácter. Como ejemplos y enseñanzas de sus ejercicios en los
diferentes aspectos de la cotidianidad. Adoptando métodos éticos tanto en la
vida personal, profesional e institucional frente a todos los sectores sin
excepción. Por eso, algunos expresan que todo liderazgo moral se manifiesta,
sabiendo diferenciar lo que está mal y, como consecuencia, haciendo lo que
moralmente consideran que está bien.
Y si expreso que debemos luchar por fortalecer el
liderazgo moral en todos los escenarios, se debe a que desde hace tiempo
nuestras sociedades han estado siendo empujadas o tratando de ser arropadas por
conductas que confunden. Conductas que desgraciadamente han ido calando en
generaciones que, por diferentes aspectos, no han logrado comprender las
diferencias.
Esta tarea no es fácil. Porque como he expresado en
múltiples ocasiones, ya la mayoría de la gente no sigue ideologías o doctrinas,
sino a personas, a líderes. Y en función de que la gente común siempre sentirá
motivación a seguir figuras, en la medida en que quienes los representan en
todas las áreas mantengan una actitud ética y moral, los ejemplos se
continuarán multiplicando. Pero si se debilitan los liderazgos morales, le
estaremos dejando la cancha abierta a las conductas que amenazan con desbaratar
todo el andamiaje ético que, a la vez, altera lo institucional.
La necesidad de fortalecer el liderazgo moral tiene que
producirse de manera consciente y acelerada. En todas las estructuras sociales,
políticas, administrativas, empresariales, deportivas, sindicales, judiciales,
profesionales, educativas, del país. No puede ser solo de un sector, porque
forman parte de un todo. Todos son miembros de un solo cuerpo. Y si uno de los
miembros del cuerpo no anda bien, de alguna manera afectará otra parte e
incluso podría incidir en la totalidad. Sobre todo cuando hablamos de la
conducta moral.
Gracias a Dios el país es una cantera de gente buena y
con consciencia de lo que significa la conducta moral. En la mayoría de las
actividades hay gente que reúne esas características. Tenemos actores
importantes que coinciden con esas necesidades, pero tienen que ejercer mayor
énfasis en el liderazgo moral. Porque ese liderazgo moral, no solo repercutirá
en el presente, sino que dejará una marca indeleble en el mediano y largo
plazo. Será la guía para las generaciones más jóvenes y para las futuras. En
tal sentido, se hace indispensable ejercer con más énfasis la autoridad y el
liderazgo moral por encima de las trivialidades cotidianas.
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