Redacción Q/I –
Naciones
Unidas, ONU.- La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró hoy un
estado de emergencia mundial debido a la combinación de megaincendios en la
selva amazónica y graves inundaciones que afectan a países de Asia. La medida
busca coordinar ayuda internacional, movilizar recursos financieros y proteger
a millones de personas que han quedado sin hogar, en lo que expertos consideran
una crisis climática sin precedentes.
Incendios
en la selva amazónica
En la
vasta región amazónica, los incendios han consumido más de 2 millones de
hectáreas, destruyendo bosques esenciales para la absorción de carbono y la
preservación de la biodiversidad. Organizaciones ambientales denuncian que la
tasa de deforestación ha aumentado un 27% en 2025, exacerbada por actividades
agrícolas ilegales y la expansión de tierras ganaderas.
Las
llamas han liberado aproximadamente 350 millones de toneladas de CO₂, representando
un retroceso en los esfuerzos globales por limitar el calentamiento a 1.5°C.
Comunidades indígenas han sido desplazadas, perdiendo cultivos y viviendas,
mientras brigadas internacionales y locales luchan por contener los incendios
en regiones remotas, enfrentando humo denso y condiciones extremas.
Inundaciones
históricas en Asia
Países
como India, Bangladesh, Tailandia y Nepal enfrentan lluvias torrenciales que
desbordaron ríos y destruyeron infraestructuras críticas. Se estima que más de
3 millones de personas se han visto afectadas, con al menos 150 muertes
confirmadas y miles de hogares arrasados.
En
Bangladesh, ciudades costeras permanecen parcialmente sumergidas, mientras que
en Nepal, puentes y carreteras esenciales han quedado destruidos, dificultando
la llegada de ayuda humanitaria. Organismos internacionales advierten que los
fenómenos meteorológicos podrían intensificarse en las próximas semanas,
aumentando el riesgo de desastres y desplazamiento masivo.
Respuesta
internacional y acciones políticas
El
Secretario General de la ONU, António Guterres, calificó la crisis como “una
llamada de alarma global” y urgió a los gobiernos a reforzar la cooperación
internacional para enfrentar el cambio climático y proteger ecosistemas
críticos. Diversos países han anunciado el envío inmediato de equipos de
rescate, alimentos, medicinas y financiamiento de emergencia para asistir a las
víctimas.
Expertos
climáticos señalan que, de no implementarse medidas urgentes como la reducción
de emisiones de gases de efecto invernadero, la conservación de bosques y la
construcción de infraestructuras resilientes, fenómenos de esta magnitud
podrían convertirse en recurrentes a nivel mundial.
Impacto social y económico
La
combinación de incendios e inundaciones ha generado pérdidas económicas
significativas: la agricultura ha sido devastada, la infraestructura crítica
dañada y millones de personas desplazadas. Los cálculos iniciales estiman que
los costos de recuperación podrían superar los 15 mil millones de dólares solo
en los primeros meses. Entre las consecuencias sociales más graves se incluyen
migraciones forzadas, incremento de enfermedades transmitidas por agua y
tensiones dentro de comunidades afectadas.
Historias
humanas
En la
región amazónica, familias indígenas como la comunidad Ticuna relatan la
pérdida de cultivos, animales y viviendas, mientras buscan refugio en zonas
seguras. La señora María Huanca, de 42 años, comenta:
"Perdimos
todo en una noche. Mis hijos no pueden volver a la escuela y ahora solo tenemos
lo que pudimos salvar en canoas improvisadas."
Los
niños y jóvenes enfrentan interrupciones educativas, y los adultos dedican sus
días a rescatar animales y reconstruir refugios temporales. Organizaciones no
gubernamentales han establecido campamentos provisionales, donde las familias
reciben alimentos y atención médica limitada ante la magnitud del desastre.
En
Bangladesh, la familia Ahmed vio su hogar en Satkhira completamente inundado
tras el desbordamiento del río Kobadak. El señor Ahmed relata:
"Solo
pudimos salvar a los niños y algunas pertenencias. Ahora vivimos en un refugio
con otras familias, compartiendo lo poco que tenemos."
Los
refugios improvisados se han convertido en centros de solidaridad, aunque el
hacinamiento aumenta el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua y
dificulta la atención médica de personas mayores y enfermas.
En
Nepal, la joven Sita Gurung, de 19 años, tuvo que caminar varias horas para
llegar a un centro de asistencia después de que los desbordes destruyeran su hogar
y los puentes cercanos:
"Perdimos
nuestra casa, los cultivos y el ganado. Ahora dependemos de la ayuda de
voluntarios y del gobierno para sobrevivir."
Estas
historias reflejan la vulnerabilidad emocional y material de millones de
personas, mostrando la urgencia de una acción global coordinada y la necesidad
de asistencia internacional inmediata.
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