En República Dominicana, los medios de comunicación
siempre han tenido protagonistas que hacen más que informar o entretener:
reflejan quiénes somos en cada época.
Dos nombres suelen aparecer en estas conversaciones:
Freddy Beras Goico y Santiago Matías, mejor conocido como Alofoke. Aunque
distintos en estilo, formato y generación, ambos muestran el pulso de nuestra
sociedad y cómo ha cambiado nuestra manera de consumir información y
entretenimiento.
Freddy Beras Goico fue, durante décadas, una de las voces
más reconocidas de la televisión dominicana. Desde El Gordo de la Semana hasta
Punto Final, construyó un legado que combinaba humor, sátira y sensibilidad
social.
Sus programas ofrecían risas y reflexión, emoción y
crítica, creando un espacio donde el entretenimiento se encontraba con la
responsabilidad social. A través de campañas, telemaratones y una relación
cercana con su público, Freddy convirtió la pantalla en un lugar de encuentro
familiar y comunitario, donde la comunicación transmitía valores y cohesionaba
a la sociedad.
A diferencia de la televisión de aquel entonces, el
ecosistema digital de Santiago Matías, Alofoke, refleja otra manera de conectar
con el público. Su plataforma, Alofoke Radio Show, es un punto de encuentro
masivo que une música urbana, conversación y participación activa.
Su estilo directo y veloz captura la atención de una
audiencia joven que consume información en celulares y redes sociales,
generando interacción constante. Alofoke ha mostrado cómo los medios digitales
pueden abrir espacios para voces que antes no tenían presencia en los medios
tradicionales, transformando la forma en que se construye la conversación pública.
La comparación entre ambos no busca decidir quién es
mejor. Se trata de entender lo que representan en sus contextos. Freddy refleja
una época donde la televisión era la principal fuente de información y
entretenimiento, donde el humor podía educar y la pantalla se convertía en
extensión de la familia.
Alofoke encarna la era digital: contenidos inmediatos,
interacción constante y diversidad de voces. Su éxito se mide por la capacidad
de generar conversación y atención en tiempo real, demostrando que la comunicación
también puede ser un fenómeno de participación colectiva.
Lo fascinante es que ambos logran conectar con la
audiencia. Freddy desde la responsabilidad y la cercanía familiar; Alofoke
desde la inmediatez y la interacción digital. Cada uno, en su tiempo, es un
reflejo de cómo la sociedad se comunica, qué espera de los medios y cómo se
identifica con ellos. La evolución de uno al otro muestra que nuestra relación
con la información no es estática: ha pasado de ser más pausada y reflexiva a
ser más veloz, cruda y participativa.
Al final, ni Freddy ni Alofoke existen sin su público.
Los medios y quienes los lideran no solo informan; representan y dialogan con
la sociedad. Y en ese espejo, encontramos la verdadera historia de nuestra comunicación:
un recorrido que refleja cambios culturales, tecnológicos y sociales, y que nos
recuerda que cada generación encuentra sus propias formas de conectar, aprender
y compartir.
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