Sin lugar a duda, estamos viviendo en una época sin
precedentes. El conocimiento que ha adquirido la raza humana, su capacidad
tecnológica y su interconexión global, superan cualquier hito histórico previo.
Hoy día tenemos más herramientas que nunca para
educarnos, empatizar y progresar como una civilización unificada. Sin embargo,
contra toda lógica o proyección optimista que se hiciera en la década de 1970 y
1980 sobre la fecha actual, asistimos a un inquietante resurgir de los
discursos de odio, de polarización política y de extremismo en todas sus
formas, solo comparable con épocas obscuras o arcaicas del pensamiento humano.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, cuando supuestamente
deberíamos estar más evolucionados, las fuerzas más regresivas encuentren
terreno fértil? La respuesta no es simple, pero yace en las mismas herramientas
que prometían unirnos.
Recientemente vimos el asesinato de Charlie Kirk, un
activista de la extrema derecha de EEUU y líder juvenil de MAGA (Hacer a
América Grande Otra Vez por sus siglas en inglés) en un evento público en Utah,
perpetuada por Tyler Robinson de 22 años mediante una bala en el cuello y que
nos recordó el asesinato ocurrido en diciembre del 2024 de Brian Thompson,
quien era el CEO de la aseguradora United Healthcare, muerto a tiros en el
centro de Nueva York por Luiggi Mangione, de 26 años. En ambos casos, las balas
tenían mensajes escritos y cuyos autores son hombres jóvenes.
En el caso de Kirk, se trataba de un defensor de las
armas en EEUU, a favor de la limpieza étnica de Israel con Palestina, en contra
del aborto, entre otras posiciones ideológicas de la alta derecha, mientras que
en el caso de Thompson, pues representaba el sector de las aseguradoras de
salud, las cuales, han sido foco de reclamos por falta de cobertura para
usuarios que ya tienen edades avanzadas o que le niegan renovación en caso de
enfermedades crónicas, etc.
Esto me hizo reflexionar respecto a que no recordaba
casos de extremismos contrarios, en el sentido de que la historia reciente de
Estados Unidos, a menos, la más conocida, suelen ser personas que luchan por
derechos igualitarios o mejores condiciones para un colectivo, quienes resultan
ser asesinadas, como Martin Luther King, Malcolm X, El Presidente J.F. Kennedy
y su hermano Robert. En fin, las muertes no provenían de la “derecha”.
Esta reflexión me llevó a hacerle preguntas a la
Inteligencia Artificial, y realmente dentro de un contexto histórico en la
época de derechos civiles, en Estados Unidos ha habido mucha violencia racial
(no olvidemos al KKK) lo que hace mi observación mayoritariamente correcta, sin
embargo, la violencia genera violencia y también los grupos progresistas han
realizado agresiones, sobre todo a policías por ser quienes ejecutaban la
represión social. Sin embargo, según reportes del FBI y el Departamento de
Seguridad Nacional (DHS), la amenaza más persistente y letal de violencia
política y terrorismo doméstico en los últimos 20 años proviene de extremistas
de derecha, específicamente de individuos motivados por la supremacía blanca,
el anti-gobierno o la ideología involucionista.
Es decir, que mi percepción no estaba tan descabellada y
la incluyo en este artículo porque veo que quienes tienen ahora las ideas
basadas en “igualdad y justicia” están haciendo lo mismo que los extremistas de
derechas; asesinatos dirigidos a quienes difieren ideológicamente de ellos o
representan grupos económicos que afectan a personas vulnerables.
¿Cómo es que nos vemos en esta situación en esta era
supuestamente avanzada?
Ha sido un error asumir que la evolución social es de un
recorrido lineal y que el progreso tecnológico garantiza automáticamente el
progreso moral. La globalización, la
revolución digital y los cambios en los valores sociales no son procesos
pasivos; son disruptivos y crean ganadores y perdedores.
El ecosistema digital ha colaborado en la ampliación de
la ira. Las redes sociales fueron diseñadas para conectar y paradójicamente
también sirven como máquinas de polarización. Su modelo de negocio se basa en
la atención, y nada capta más la atención como la rabia, el miedo y la
indignación.
El extremismo no solo crece por su propia fuerza, sino
por la debilidad de sus alternativas. Los relatos de unidad, cooperación
internacional y progreso gradual parecen aburridos, lentos y menos convincentes
frente a las arengas pasionales de los populistas y demagogos. Las
instituciones tradicionales (medios de comunicación, gobiernos, organismos internacionales)
han visto erosionada su credibilidad, dejando un vacío que llenan los líderes
fuerte y las comunidades digitales radicales.
Yo que suponía que la humanidad sería más tolerante,
menos egoísta e insegura, con mayores ventajas en la paz y la armonía. Que
jamás volvería otro holocausto, pero hoy somos testigos de un genocidio, como
vemos en Gaza y la gran mayoría de los Estados del mundo, de espaldas a esta
realidad.
¿Para qué ha servido acomodarnos tanto y tener tanto
acceso a la información, si nuestra evolución no se basa en el amor y el
desprendimiento de prácticas primates?
0 Comentarios