Opinión-extremismo en la era de la información

Claudia Rita Abreu

Sin lugar a duda, estamos viviendo en una época sin precedentes. El conocimiento que ha adquirido la raza humana, su capacidad tecnológica y su interconexión global, superan cualquier hito histórico previo.

Hoy día tenemos más herramientas que nunca para educarnos, empatizar y progresar como una civilización unificada. Sin embargo, contra toda lógica o proyección optimista que se hiciera en la década de 1970 y 1980 sobre la fecha actual, asistimos a un inquietante resurgir de los discursos de odio, de polarización política y de extremismo en todas sus formas, solo comparable con épocas obscuras o arcaicas del pensamiento humano.

¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, cuando supuestamente deberíamos estar más evolucionados, las fuerzas más regresivas encuentren terreno fértil? La respuesta no es simple, pero yace en las mismas herramientas que prometían unirnos.

Recientemente vimos el asesinato de Charlie Kirk, un activista de la extrema derecha de EEUU y líder juvenil de MAGA (Hacer a América Grande Otra Vez por sus siglas en inglés) en un evento público en Utah, perpetuada por Tyler Robinson de 22 años mediante una bala en el cuello y que nos recordó el asesinato ocurrido en diciembre del 2024 de Brian Thompson, quien era el CEO de la aseguradora United Healthcare, muerto a tiros en el centro de Nueva York por Luiggi Mangione, de 26 años. En ambos casos, las balas tenían mensajes escritos y cuyos autores son hombres jóvenes.

En el caso de Kirk, se trataba de un defensor de las armas en EEUU, a favor de la limpieza étnica de Israel con Palestina, en contra del aborto, entre otras posiciones ideológicas de la alta derecha, mientras que en el caso de Thompson, pues representaba el sector de las aseguradoras de salud, las cuales, han sido foco de reclamos por falta de cobertura para usuarios que ya tienen edades avanzadas o que le niegan renovación en caso de enfermedades crónicas, etc.

Esto me hizo reflexionar respecto a que no recordaba casos de extremismos contrarios, en el sentido de que la historia reciente de Estados Unidos, a menos, la más conocida, suelen ser personas que luchan por derechos igualitarios o mejores condiciones para un colectivo, quienes resultan ser asesinadas, como Martin Luther King, Malcolm X, El Presidente J.F. Kennedy y su hermano Robert. En fin, las muertes no provenían de la “derecha”.

Esta reflexión me llevó a hacerle preguntas a la Inteligencia Artificial, y realmente dentro de un contexto histórico en la época de derechos civiles, en Estados Unidos ha habido mucha violencia racial (no olvidemos al KKK) lo que hace mi observación mayoritariamente correcta, sin embargo, la violencia genera violencia y también los grupos progresistas han realizado agresiones, sobre todo a policías por ser quienes ejecutaban la represión social. Sin embargo, según reportes del FBI y el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), la amenaza más persistente y letal de violencia política y terrorismo doméstico en los últimos 20 años proviene de extremistas de derecha, específicamente de individuos motivados por la supremacía blanca, el anti-gobierno o la ideología involucionista.

Es decir, que mi percepción no estaba tan descabellada y la incluyo en este artículo porque veo que quienes tienen ahora las ideas basadas en “igualdad y justicia” están haciendo lo mismo que los extremistas de derechas; asesinatos dirigidos a quienes difieren ideológicamente de ellos o representan grupos económicos que afectan a personas vulnerables.

¿Cómo es que nos vemos en esta situación en esta era supuestamente avanzada?

Ha sido un error asumir que la evolución social es de un recorrido lineal y que el progreso tecnológico garantiza automáticamente el progreso moral.  La globalización, la revolución digital y los cambios en los valores sociales no son procesos pasivos; son disruptivos y crean ganadores y perdedores.

El ecosistema digital ha colaborado en la ampliación de la ira. Las redes sociales fueron diseñadas para conectar y paradójicamente también sirven como máquinas de polarización. Su modelo de negocio se basa en la atención, y nada capta más la atención como la rabia, el miedo y la indignación.

El extremismo no solo crece por su propia fuerza, sino por la debilidad de sus alternativas. Los relatos de unidad, cooperación internacional y progreso gradual parecen aburridos, lentos y menos convincentes frente a las arengas pasionales de los populistas y demagogos. Las instituciones tradicionales (medios de comunicación, gobiernos, organismos internacionales) han visto erosionada su credibilidad, dejando un vacío que llenan los líderes fuerte y las comunidades digitales radicales.

Yo que suponía que la humanidad sería más tolerante, menos egoísta e insegura, con mayores ventajas en la paz y la armonía. Que jamás volvería otro holocausto, pero hoy somos testigos de un genocidio, como vemos en Gaza y la gran mayoría de los Estados del mundo, de espaldas a esta realidad.

¿Para qué ha servido acomodarnos tanto y tener tanto acceso a la información, si nuestra evolución no se basa en el amor y el desprendimiento de prácticas primates?

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