Las etiquetas rosés son gratas opciones para armonizar:
Picadas;
Carne de pollo y cerdo;
Ciertas carnes rojas (entraña, tapa de nalga, colita de
cuadril, lomo);
Ensaladas de camarones, frutos de mar, mariscos;
Pescados magros y grasos.
Vino y picante
¿Por qué «lo picante» no va con «lo picante»? Porque se
generan el efecto opuesto, con tintes negativos. Aparecen indeseados sabores
metálicos o distorsionados, poco agradables.
Picor más picor equivale a “fuego” para el paladar. Demasiada
intensidad, demasiado ardor. Por ello, es importante bajar esa sensación
picantita con un vino blanco, ágil, fresco, ligero, sin mucho volumen. Ejemplos
de variedades: Torrontés, Sauvignon Blanc, Tocai o Viognier sin paso por
barricas.
Vino y dulce
Lo ideal es que lo dulce vaya con lo dulce. Tortas,
postres, frutas y elaboraciones con cierto tenor dulzón, combinan a la
perfección con espumosos demi sec o dulces y vinos, cosechas tardías o dulces
naturales.
Imagine, estimado lector, cómo quedaría una tira de asado
con un vino dulce. ¡No pegaría ni con cola!
Vinos y salinidad
En general, todo alimento con alto componente salino es
complejo de maridar. En este caso, necesitamos vinos con notas minerales. Los
Pinot y Sauvignon Blanc son una muy buena opción para complementar estas
elaboraciones.
¿Maridajes imposibles?
Así es, hay maridajes imposibles. Se da entre vinos
tintos con taninos marcados, intensos y presentes, y elaboraciones de mar o
saladas. Ejemplos (para no seguir): ostras y Cabernet Sauvignon, sushi y Syrah,
lenguado y Petit Verdot.
Vinos y quesos
En este maridaje clásico y que tantas pasiones despierta
entre los curiosos sibaritas, influyen la materia prima con la que fueron
elaborados los quesos (vaca, cabra, oveja, búfala, mezclas) y el método de
producción (coagulación láctica, pasta prensada no cocida, corteza lavada,
enmohecido interno y de la maduración).
vinos y quesos
Apunte y recuerde para siempre las palabras del escritor
británico Hugh Johnson: «Cuanto más duro sea el queso, más taninos soporta.
Cuanto más cremoso, más acidez necesita».
Vinos y quesos frescos: Casi ninguno de estos quesos se
come solo, pues su sabor es muy neutro y suave (insulso). Con la mozzarella
como estandarte, deben estar presentes en otros alimentos de sabores también
suaves para no ser opacados. Recomendación: vinos blancos muy jóvenes y frescos
de notas herbáceas y florales se complementan muy bien, así como espumosos Brut
o Demi Sec.
Vinos y quesos de curación media: Los ejemplos clásicos
son Gouda y Emmental. En esta oportunidad, necesitaremos vinos blancos secos
con buen volumen y fermentados en barrica, y todos aquellos con una gran carga
glicérica (Chardonnay o Semillón bien untuoso).
Vinos curados y maduros: Los ejemplos históricos son
Manchego, Parmesano, Provolone, Reggianito (depende del grado de maduración).
Precisaremos de vinos tintos jóvenes a exponentes con cuerpo y evolucionados.
Vinos y quesos enmohecidos: Brie y Camembert son los
elixires de este estilo peculiar. Podemos acompañarlos con vinos blancos
estructurados con cierta acidez y muy aromáticos o tintos jóvenes ligeros y
frescos (Pinot Noir).
Vinos y quesos azules: Roquefort, Gorgonzola, Stilton o
Cabrales son ideales para acompañar vinos de cosechas tardías, dulces naturales
o fortificados.
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