Armonias/Sergio Ottato


Las etiquetas rosés son gratas opciones para armonizar:

Picadas;

Carne de pollo y cerdo;

Ciertas carnes rojas (entraña, tapa de nalga, colita de cuadril, lomo);

Ensaladas de camarones, frutos de mar, mariscos;

Pescados magros y grasos.

Vino y picante

¿Por qué «lo picante» no va con «lo picante»? Porque se generan el efecto opuesto, con tintes negativos. Aparecen indeseados sabores metálicos o distorsionados, poco agradables. 

Picor más picor equivale a “fuego” para el paladar. Demasiada intensidad, demasiado ardor. Por ello, es importante bajar esa sensación picantita con un vino blanco, ágil, fresco, ligero, sin mucho volumen. Ejemplos de variedades: Torrontés, Sauvignon Blanc, Tocai o Viognier sin paso por barricas.

Vino y dulce

Lo ideal es que lo dulce vaya con lo dulce. Tortas, postres, frutas y elaboraciones con cierto tenor dulzón, combinan a la perfección con espumosos demi sec o dulces y vinos, cosechas tardías o dulces naturales.

Imagine, estimado lector, cómo quedaría una tira de asado con un vino dulce. ¡No pegaría ni con cola!

Vinos y salinidad

En general, todo alimento con alto componente salino es complejo de maridar. En este caso, necesitamos vinos con notas minerales. Los Pinot y Sauvignon Blanc son una muy buena opción para complementar estas elaboraciones.

¿Maridajes imposibles?

Así es, hay maridajes imposibles. Se da entre vinos tintos con taninos marcados, intensos y presentes, y elaboraciones de mar o saladas. Ejemplos (para no seguir): ostras y Cabernet Sauvignon, sushi y Syrah, lenguado y Petit Verdot.

Vinos y quesos

En este maridaje clásico y que tantas pasiones despierta entre los curiosos sibaritas, influyen la materia prima con la que fueron elaborados los quesos (vaca, cabra, oveja, búfala, mezclas) y el método de producción (coagulación láctica, pasta prensada no cocida, corteza lavada, enmohecido interno y de la maduración).

vinos y quesos

Apunte y recuerde para siempre las palabras del escritor británico Hugh Johnson: «Cuanto más duro sea el queso, más taninos soporta. Cuanto más cremoso, más acidez necesita».

Vinos y quesos frescos: Casi ninguno de estos quesos se come solo, pues su sabor es muy neutro y suave (insulso). Con la mozzarella como estandarte, deben estar presentes en otros alimentos de sabores también suaves para no ser opacados. Recomendación: vinos blancos muy jóvenes y frescos de notas herbáceas y florales se complementan muy bien, así como espumosos Brut o Demi Sec.

Vinos y quesos de curación media: Los ejemplos clásicos son Gouda y Emmental. En esta oportunidad, necesitaremos vinos blancos secos con buen volumen y fermentados en barrica, y todos aquellos con una gran carga glicérica (Chardonnay o Semillón bien untuoso).

Vinos curados y maduros: Los ejemplos históricos son Manchego, Parmesano, Provolone, Reggianito (depende del grado de maduración). Precisaremos de vinos tintos jóvenes a exponentes con cuerpo y evolucionados.

Vinos y quesos enmohecidos: Brie y Camembert son los elixires de este estilo peculiar. Podemos acompañarlos con vinos blancos estructurados con cierta acidez y muy aromáticos o tintos jóvenes ligeros y frescos (Pinot Noir).

Vinos y quesos azules: Roquefort, Gorgonzola, Stilton o Cabrales son ideales para acompañar vinos de cosechas tardías, dulces naturales o fortificados.

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